Una reflexión sobre los constantes errores que cometemos sin jamás aprender de ellos lo suficiente como para no volver a cometerlos.
¡Que frágil puede llegar a ser la memoria de los humanos!
ni siquiera con sus errumbrados libros de historia
pueden evitar que sus errores se repitan.
Cada generación intenta aprender de la anterior,
cada generación tiene sus propios demonios internos,
cada persona tiene sus propios desafíos,
cada individuo tiene sus propios infinitos.
Nos cegamos a ver más allá de lo evidente,
pues esa simple decisión
nos obligaría a llegara un nivel de consciencia
del que no podríamos volver...
No hay acto más doloroso
que ser un ente plenamente conciente
No hay acto más abrumador
que saber que se puede cambiar el mundo y
que sólo basta decidirse a hacerlo,
No hay acto más cómodo
que cerrar los ojos y no ver lo que no nos gusta,
lo que no nos conviene,
No hay acto más egoísta
que cerrar la mente a un nuevo nivel de consciencia,
cada vez mayor,
No hay acto más haragán
que seguir disgrutando con indiferencia
de la fantasía compartida
en la que nos ha tocado nacer.
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